Nochebuena en el fin del mundo.

Llevaba diez días nevando de forma ininterrumpida y con una intensidad jamás vista. El frío, particularmente fuerte aquel invierno, había detenido la ciudad. Lo que antes eran calles abarrotadas, atascos, y ruido, ahora eran tranquilos paseos de nieve donde los coches aparcados se iban sepultando bajo el constante caer de los copos. La gente, refugiada en el calor de sus hogares, como osos en sus cuevas, observaban ver cambiar el mundo sin dar crédito a lo que veían sus ojos. Nadie había previsto un temporal tan horrible.

El octavo día habían comenzado los apagones. Para el noveno el 94% de la ciudad estaba a oscuras y aquel día el resto sabía que les iba a tocar a ellos.

Era la noche del 24 de Diciembre, y a pesar de que todas las familias estaban forzosamente recluidas en sus hogares, nadie parecía tener ganas de celebrar el nacimiento del salvador.

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Aitor encendió un cigarrillo, el último, mientras miraba por la ventana. Cris, su novia, estaba en el centro del salón, calentándose con el pequeño fuego que habían conseguido encender. 24 horas antes se les había terminado la comida. Ni siquiera su perro, un animal de una raza sin determinar que los dos habían recogido en la perrera un par de años atrás, parecía tener ganas de nada. Simplemente esperaban a que terminase el temporal, con la esperanza de que las cosas mejorasen antes de que el frío y el hambre acabasen con ellos.

-Estoy harto de esta puta nieve... -masculló entre dientes.
-¿Qué? -pregunto ella
-Que estoy harto de esta puta nieve.
-Bueno... en algún momento tendrá que parar.
-¿Y si no para?
-¿Cómo no va a parar?
-No lo se, no ha parado en diez días, ¿Porque iba a parar ahora?
-No va a estar nevando toda la vida.
-Quien sabe.
-No digas tonterías. Ya verás como deja de nevar.

Resopló y continuó mirando por la ventana. En los edificios del otro lado de la calle veía la luz de otros pequeños fuegos, pero más allá de aquellos minúsculos retazos de vida, el paisaje parecía muerto.

-Acabo de darme cuenta... -dijo de pronto Cris
-¿De que?
-Hoy es nochebuena.
Aitor hizo cuentas un segundo -tienes razón...
-Ahora estaríamos en casa de tus padres... ¿No?
-Probablemente.
-¿Crees que estarán bien?
-Eso espero. Todavía hay luz en esa parte de la ciudad...

Aitor se terminó el cigarrillo y lo tiró al suelo.

-Estoy harto. Voy a salir.
-No digas chorradas...
-No tenemos comida. Y no puedo seguir esperando a que cambie el tiempo. Las cañerias se han congelado, y no tenemos electricidad. Es salir o...
-... O esperar a que mejore el tiempo.
-O a la muerte. Lo que llegue primero. Además...
-¿Que?
-Es nochebuena. No deberíamos pasar hoy así.

Comenzó a ponerse capas de ropa. Ella se levantó y comenzó a hacer lo mismo.

-¿Que haces?
-No pretenderás salir ahí solo ¿no?

+ + +

La puerta del portal estaba congelada. Tuvieron que abrirse paso a patadas antes de salir. Lo que se encontraron afuera fue más desolador de lo que esperaban, era como si hasta el tiempo se hubiese congelado, como si de pronto hubiesen comenzado a vivir en una bola de nieve. Lo que una semana antes era una gran ciudad ahora parecían las ruinas de una civilización perdida, el mundo estaba muerto y ellos eran los dos únicos supervivientes. Aitor respiró hondo y sintió como el frío le penetraba hasta los pulmones. Se armó de valor y comenzó a andar en dirección a donde había estado el supermercado, con suerte encontrarían alguna entrada.

Una bola de nieve impactó en su nuca. Se giró y ahí estaba Cris, partiéndose de risa.

-¡Feliz Navidad! -gritó
-No es momento para coñas, Cris.
-¿Sabes que te pones muy guapo cuando te enfadas? -dijo sonriendo con su sonrisa perfecta. Caminó hasta él y le dio un beso -No estés tan serio cariño. Todavía nos tenemos el uno al otro.

El no pudo evitar sonreír.

Después los tres partieron hacia el supermercado.

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