Nunca creí que vería a una alcaldesa en Barcelona que hubiese sido detenida por luchar por los derechos civiles en lugar de contra ellos. Nunca creí que vería el feudo valenciano peligrar, o a la mismísma Esperanza Aguirre asustada de unos novatos. Nunca pensé que el cambio se pudiese palpar también en las urnas, que la sociedad española fuese a dar muestras, papeleta en mano, de estar harta. Pero eso terminó pasando el domingo, sí, ganaron los de siempre, pero las nuevas formaciones dieron un golpe encima de la mesa, ganasen o no habían irrumpido con mucha fuerza. Y me encanta. Al final parece que se puede. Al final parece que la gente está dispuesta. No hay que perder la esperanza todavía.

Quiero pensar que estamos en un momento histórico. Que nuestros hijos estudiarán en la clase de historia los inicios de esta década como una segunda transición española. Del 15-M a las elecciones de 2015 o como de pronto los ciudadanos parecieron hartarse de una clase política podrida y respondieron a ello con su voto, quebrando el bipartidismo, apostando por la alternativa.

Pero los analistas son más agoreros. Se habla mucho de pactos. Se dice que en Madrid los de Ahora Madrid pactarán con el PSOE para echar a Espe y a los Populares del ayuntamiento de una vez. Y la verdad, espero que los analistas se equivoquen. Espero que no lo hagan. Porque hacerlo es pactar con la casta. Pactar con cualquiera de los dos partidos que han partido el bacalao hasta ahora, y hacerlo tan rápido, es tirar por tierra todo por lo que se ha luchado. Es pasarse por el forro de los cojones la opinión de tus votantes.

No pactéis. Por favor. Os prefiero en la oposición con principios que en el poder habiendo puesto el culo.

Eso es lo que hacen ellos, no vosotros.