Siempre que hablamos en positivo hablamos de como "deberían ser" las cosas. Si hablamos de que los políticos no deberían robar, que la gente no debería morir de hambre si hay recursos para todo, que los niños no deberían morir de enfermedades para las que se ha encontrado cura, que no debería haber guerras, que no debería haber racismo, ni clasismo, ni desigualdad por razón de sexo o tendencias sexuales. Cuando hablamos de estas cosas hablamos en hipótesis. Porque las cosas SON de otra manera. Y siempre SON de una manera que apesta.

Es curioso porque a todos nos gustaría que las cosas fuesen de otra manera y sin embargo nos resignamos a la idea de que las cosas son siempre malas. Aceptamos que el político robe, aceptamos que la gente muera de hambre, aceptamos que no se repartan medicamentos en los países menos desarrollados, que haya guerras, que exista el racismo. Aceptamos que en el siglo XXI la lucha de clases siga presente, que se trate diferente a las personas dependiendo de su sexo o que aún se discrimine a la gente con una sexualidad distinta. Lo aceptamos porque así es como ES el mundo. Nos gustaría que fuese de otra manera, pero ¿quien somos nosotros para cambiarlo?

Últimamente pienso mucho en esto. Pienso en esto y en que lo que hay entre lo que ES y lo que DEBERÍA SER es una elección.

Por poner un ejemplo reciente y cercano, solo para poner en perspectiva esto de lo que hablo, para explicar con un caso concreto algo que es muy jodido y que aceptamos porque es como son las cosas, vamos a hablar de las últimas elecciones.

En estas elecciones han aparecido dos partidos, Podemos y Ciudadanos, que caminaban, aunque en márgenes distintas, con un mismo objetivo. El fin del bipartidismo. Ambos partidos basaron gran parte de su campaña en la idea de que teníamos una clase política corrupta a la que había que eliminar, que era el momento de cambiar las cosas, de una segunda transición que terminase con los viejos estandartes y dejase paso a políticas jóvenes y nuevas. Sin entrar a valorar los resultados de estos dos partidos, las coaliciones del partido de Pablo Iglesias y los de Albert Rivera consiguieron una cosa, que era meter miedo. Los antiguos partidos vieron grietas en su torre de marfil y comenzaron a temer que las cosas se desmoronasen. Sí, ganó el PP pero jamás pensé que vería a Rita Barberá o Esperanza Aguirre asustadas. Y lo estaban.

Pero después en estas últimas semanas lo que hemos visto es el circo de siempre, pactos. Y lo más triste de todo es que pactos que han sido pactos que involucraban a estas nuevas formaciones con la mafia de siempre. Lo que hemos visto pues es una continuación con el sistema. Ni una ruptura, ni un cambio, ni nada. Seguir igual. Y lo más triste es que nosotros, los ciudadanos, los votantes, nos lo hemos tomado como la opción más lógica, porque es así como son las cosas, porque un gobierno en mayoría simple es una cosa que no se concibe.

Llegados a este punto me parece importante señalar lo que DEBERÍA SER (en ese mundo ideal e hipotético que nunca reflejará la realidad aparentemente) un político. Un político debería ser un servidor público. Alguien, que en plenas facultades mentales, decide involucrarse activamente en los quehaceres de su comunidad. De forma altruista y porque lo concibe como su deber como ciudadano. Alguien que quiere cambiar las cosas a mejor y que va a hacer todo lo posible porque sus vecinos tengan un gobierno más justo que vele por ellos. Idealmente un político debería parecerse a esa gente que se va a construir hospitales a áfrica o esa señora mayor que vive encima tuyo que todas las semanas va un día al comedor social de voluntaria. Alguien sin ánimo de fama y fortuna cuya responsabilidad civil es tan fuerte que le fuerza a dedicarse a ello.

Sin embargo y tristemente la realidad y lo que ES un político, o al menos lo que nosotros aceptamos como políticos hoy en día, dista mucho de ser eso. Los partidos políticos son sectas que captan jóvenes a sus miembros y los re-educan para ser fanáticos de su partido. Las ideas del partido son sagradas (aunque en muchas ocasiones sean contradictorias) y se basan en un principio básico de contradecir a la oposición. Si unos dicen Blanco los otros dirán Negro, y si al mes los primeros deciden que sí que Negro los segundos dirán entonces que Blanco está bien. De hecho, es tan así que en España, si a alguien de un partido se le ocurre decir que lo de los otros está bien ¡Se le multa! Poco importa lo que la ciudadanía piense o sienta, lo que importa es el partido. Así pues, la clase política en España no es más que un grupo de sectarios que creen que Altruismo era un personaje de El Señor de Los Anillos, y que están mucho más obsesionados con conservar el poder, los privilegios e imponer su ideología que de ti y de mi. Esto se evidencia sobre todo cuando, como ahora, ocurre que un partido gana en mayoría simple y no absoluta. Las sectas que se presentaron a las elecciones se apresuran a pactar y negociar condiciones, porque la idea de un gobierno con una mayoría simple no se concibe. La idea detrás de esta actitud, porque además de sectarios son unos paranoides, es que un gobierno con mayoría simple jamás será capaz de alcanzar ningún objetivo, pues en las votaciones el resto de partidos siempre se posicionará en su contra. Así que la opción que les queda, en un país en el que no existe la segunda vuelta, es negociar condiciones, es rascar la espalda a su enemigo con la esperanza que, llegado el momento ellos la rasquen de vuelta.

Aceptamos que estas cosas SON ASÍ. Porque han sido así siempre. Aceptamos estar gobernados por una casta de sectarios paranoicos, egocéntricos portadores de la verdad absoluta, porque la alternativa, que sería una clase política en la que partidos diferentes podrían llegar a escucharse y ponerse de acuerdo en lo que es mejor para la ciudadanía nos parece descabellada. Sí, a todos nos gustaría que las cosas fueran así, en un mundo ideal es como DEBERÍAN SER las cosas, pero no vivimos en un mundo ideal, y teniendo en cuenta eso, que los dos únicos partidos políticos con fuerza para cambiar las cosas de una vez decidan ceder, traicionar sus bases y pactar con el diablo a la primera de cambio nos parece lógico y nos parece correcto. Lo aceptamos como "el bien común" en casi todos los casos. Porque Andalucía no podía seguir sin gobierno, porque estamos echando al PP del ayuntamiento de Madrid, porque siempre hay un motivo para ello y la alternativa no es viable.

Lo aceptamos.

Se lo permitimos.

Porque las cosas SON de una manera y nunca van a ser como DEBERÍAN SER.

¿Soy al único al que le pone triste eso?






Insisto, es una elección. Y para mi desde ahora el No les votes incluye a Ciudadanos y a Podemos.
-¿Cómo puede ser esto por el bien común? 
-¡EL BIEN COMÚN! 
-¡A callar!