(sin que sirva de precedente, voy a hablar de fútbol)

Este año, el Athletic ha protagonizado dos de los momentos más épicos a nivel deportivo (no los más, pero si en el top 10 o 20) que he visto en mi vida.

El primero fue el partido de liga en San Mames contra el BarÇa. Épico porque desde la final de copa hace un par de años, existe en Bilbao la sensación (no es que se diga mucho tampoco, porque luego la gente de aquí es más de animar al BarÇa) de que contra los de Barcelona no se puede, ni se debe, perder. Lo demostraron el año pasado (fue el pasado ¿no?) en copa, cuando el Athletic cayó eliminado habiendo aguantado los dos partidos, por esas reglas de fútbol en las que si te meten un gol en tu campo estás jodido, y lo demostraron este año. Fue un empate, pero supo a victoria, y desde luego, épico fue un rato.

Supo a victoria porque el Athletic acabó los 90 minutos de rigor con victoria, el Barcelona salvó las naves en el 91 después de 10 minutos en los que, literalmente, estaban desesperados. Y épico no solo por ese hecho (que el Athletic llegase al descuento ganando al BarÇa), la lluvia contribuyó también, aunque no fue un factor fundamental, porque el factor fundamental, como he dicho, cuando juegan contra el equipo azulgrana da la sensación de que no se puede perder, y en este partido esa sensación era todavía mayor. O victoria o muerte. Estaban en casa, en San Mames, no había lugar a la derrota. Tal vez, como luego ha achacado la gente, a causa de la tremenda lluvia, apenas hubo fútbol, en el sentido que los charcos no les dejaron jugar a gusto y eso, pero es que el Athletic ya no jugaba a fútbol, había trascendido la sensación de competición deportiva. Aquello no era deporte. Era una guerra.

Tanto fue así que Llorente (siempre le hacen faltas a Llorente) se fue con la camiseta rota. Y cuando un jugador llega a irse con la camiseta rota, es que la cosa está siendo jodidamente épica.




El otro gran momento épico lo protagonizaron ayer en Old Trafford. Y no solo fue porque ganasen, porque un equipo como el Athletic, que hace no tanto luchaba por no descender, que el año pasado jugaba a mantenerse y no a ganar, ganase en su casa al Manchester United, ni tampoco porque dominase el partido por completo, porque el equipo local decidiese (a pesar de su nombre y su cacareado talento) jugar atrás, como los cobardes, si no porque 8000 aficionados convirtieron ayer la ciudad inglesa en un segundo Bilbao. Porque 8000 bilbaínos (proablemente hubiese gente que venía de otros lados, pero todos los aficionados del Athletic, nazcan donde nazcan, son de Bilbo) transformaron Old Trafford en un segundo San Mames.

Ayer no ganó el Athletic. Ayer Bilbao conquistó Inglaterra.

Nadie pensaba que fuesen a ganar, nadie daba un duro por el Athletic, y sin embargo, como ha pasado mucho este año, como ha sido siempre por otra parte, el Athletic salió con ganas de comerse el mundo, con ilusión de ganar, con la sensación de que eso ya era nuestra final personal, y era, otra vez, o ganar o morir.

Cuando empezó la segunda parte, en la que iban 1-1 (un resultado que favorecía a los rojiblancos), Manu Carreño dijo sorprendido que el Athletic "no parecía querer conformarse con el 1-1". No me pareció raro que dijese eso, me pareció raro que lo dijese con tono de sorpresa. Claro que no había que conformarse, ya lo dijo Iker Muniain cuando pasaron, a Old Trafford iban a ganar. Y nadie le creyó entonces, se lo tomaron a broma y dijeron "que cachondo Iker", cuando ayer quedó demostrado que lo decía completamente en serio. Un Manchester más dormido de lo habitual, al que pilló por completo un Athletic loco por la victoria ayudó a ganar ayer el partido, de la misma manera que no fueron 5 goles en lugar de 3 porque De Gea tuvo el partido de su vida. Pero eso no quita que lo de ayer no fuese algo para recordar siempre.

Porque ganaron, pero sobre todo, porque que en Old Trafford lo único que se escuchaba ayer fueron los gritos de animo al Athletic. 

Porque Bilbao conquistó Inglaterra por un día.





Soy un converso de la religión de Marcelo Bielsa, pero, y lo digo a riesgo de gafarlo, en casi 23 años, nunca había visto la gabarra tan cerca como ayer.

No hay comentarios: